Hace veinticinco años, el 21 de noviembre de 1986, finalizaba la primera conferencia mundial de promoción de la salud que culminó con la carta de Ottawa en la que se señalaba que “La salud se crea y se vive en el marco de la vida cotidiana; en los centros de enseñanza, de trabajo y de recreo. La salud es el resultado de los cuidados que uno se dispensa a sí mismo y a los demás, de la capacidad de tomar decisiones y controlar la vida propia y de asegurar que la sociedad en que uno vive ofrezca a todos sus miembros la posibilidad de gozar de un buen estado de salud”.
En aquel momento se reclamaban cinco innovaciones que, bajo la perspectiva de la crisis actual podrían leerse así:
- Elaborar políticas públicas saludables, puesto que la salud de cada uno depende tanto o más que de las intervenciones de los sistemas sanitarios, de otros condicionantes sociales y colectivos como la educación, o la distribución más justa de la riqueza.
- Crear entornos favorables, porque que la salud depende también de las condiciones de vida y de trabajo, del urbanismo y de la vivienda.
- Reforzar la acción comunitaria, ya que sin la participación activa de la ciudadanía, libre y emancipada, ésta no se puede hacer responsable del control de la salud y de sus determinantes.
- Desarrollar las aptitudes personales, para que los ciudadanos sean lo más autónomos posible y puedan libremente ejercer la responsabilidad necesaria para controlar mejor los factores que condicionan su salud.
- Reorientar los servicios sanitarios, de modo que ofrezcan aquellos servicios que efectivamente mejoran la salud y que eviten el consumo inapropiado y los efectos adversos de la medicina que hoy en día constituyen un problema principal de salud pública.
Andreu Segura
Presidente saliente SESPAS
Barcelona a 21 de noviembre de 2011